Confieso que me encanta hacer listas. Es una manera de aportar orden al desorden de cada faceta de la vida, un sentido al sinsentido. Curiosamente algunas listas son tan estrambóticas que en lugar de ordenar introducen mayor caos a la materia clasificable.
Hago listas con los libros-discos-pelis que tengo, que quiero comprar o bajar de internet, con los libros que voy leyendo, con los discos que dejo a amigos… Y estas listas puede que tengan algún sentido práctico. Lo normal, en cambio, es que no lo tengan, sino que confeccionar la lista sea un fin en sí mismo. Normalmente mis listas giran en torno a los libros, la música y el cine. Lo sé, no es nada original y además es muy freaky. En fin, he llegado a hacer listas de mis discos favoritos, de los mejores riffs de guitarra, los mejores organistas de los 60, los mejores baterías del rock, los mejores discos de psicodelia del año 67, ídem del 68, etc. Es lo que tiene compartir aficiones con un amigo melómano.
En fin, últimamente he estado pensando en los libros que he leído sobre alguna adicción poco saludable. Me he dado cuenta de que soy un vicioso: he leído unos cuantos sobre este tema. Me gusta la literatura underground, que es la manera fina de decir que me gustan las novelas que hablan sobre desheredados, delincuentes, drogadictos, alcohólicos, yonquis, bohemios, borrachines, etc. Quizá si no fuera profesor elegiría vivir en una barcaza sobre el Sena, como el amigo Nick Drake, escribir poesía simbolista y beber vino barato envuelto en bolsas de papel marrón.
Bueno, sin más dilación, os presento la lista LITERATURA Y ADICCIÓN:
1) Drogas duras
- Yonqui y El almuerzo desnudo de William S. Burroughs, el guía espiritual de la denominada Generación Beat (Kerouac, Ginsberg, etc.). El primero es más accesible, puesto que narra de forma realista las aventuras de un drogadicto. El segundo es todo un reto: la combinación de ciencia ficción, estilo fragmentarista (el tío cortaba y pegaba fragmentos de distintas obras), escatología (homo)sexual y escabrosidades inyectables no es apta para todos los estómagos.
- Morfina de Mijaíl Bulgákov: conjunto de relatos de su etapa como médico-morfinómano rural. Texto curioso del autor de la obra maestra El maestro y Margarita.
- La pipa de opio de Téophile Gautier y Los paraísos artificiales de Baudelaire, dos textos clásicos de dos alucinados y alucinantes franceses del siglo XIX. Toda la cuadrilla de simbolistas, parnasianistas, decadentistas, etc. (Rimbaud, Mallarmé, Verlaine, Baudelaire, etc.) eran partidarios de abrir la mente al mundo de las correspondencias ocultas, más allá de la realidad tangible… Para ello experimentaron con toda clase de sustancias, especialmente el hachís y el opio.
- Confesiones de un inglés comedor de opio de Thomas de Quincey. El título lo dice todo. Son fascinantes las descripciones de los efectos y consecuencias del opio. Firmada por un imprescindible autor inglés de finales del XVIII y principios del XIX. Borges lo consideraba uno de sus maestros.
- Trainspotting de Irvine Welsh. Seguro que conocéis la película, que marcó a mi generación. El libro es aún más alucinante.
- Novela con cocaína de M. Aguéiev. Desconocidísima obra de un enigmático autor ruso (exiliado durante la dictadura estalinista). Fantástica novela no sólo relativa a la temática drogadicta, sino como obra de arte en sí.
2) Alucinógenos:
- Ponche de ácido lisérgico de Tom Wolfe (sí, el de la Hoguera de las vanidades). La biblia de la generación psicodélica. Novela-reportaje del viaje en el autobús emprendido por Ken Kesey (Alguien voló sobre el nido del cuco, otro clásico de la literatura alucinada), Jerry García (Grateful Dead), Neal Cassady (el Dean Moriarty de En el camino de Kerouac) y sus alegres bromistas.
- Miedo y asco en Las Vegas de Hunter S. Thompson, el pirado creador del periodismo-gonzo. Muy recomendable la adaptación cinematográfica de Terry Gilliam (Brazil, 12 monos), con Johnny Depp y Benicio del Toro viajando con un arsenal de drogas en el maletero.
3) Alcohol
- La leyenda del santo bebedor de Joseph Roth (austriaco, no confundir con el norteamericano Philip Roth). Un vagabundo borrachín del Sena recibe dinero de un desconocido para rehacer su vida. ¿Qué hacer? ¿Beberlo o invertirlo? Creo que también hay peli.
- Bajo el volcán de Malcolm Lowry. Fascinante relato del hundimiento en los abismos del alcohol del cónsul Firmin, en unos impresionantes paisajes volcánicos mexicanos. El autor era igual (o más) borracho que el protagonista. Hay una estupenda versión fílmica de John Huston.
- Cualquier obra de Bukowski, el gurú de los bohemios borrachines. Por proponer un título: Factotum.
- Tengo pendiente John Barleycorn, autobiografía alcohólica de Jack London.
4) Tabaco:
- Sólo se me ocurre La conciencia de Zeno del italiano Italo Svevo. Todo un clásico moderno muy freudiano. No leáis este libro si estáis dejando de fumar.
¿Quién dijo que la literatura no era adictiva?
1 comentari:
Bueno me he quedado aluncinada ,no tengo palabras solo un autor que creo ,merece estar en tu lista :Charles Bukowski.
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