dimecres, 17 de setembre del 2008

Parole, parole

Al hilo de los últimos posts. Andaba pensando –ahora que ya me puedo permitir divagar– en la importancia de las palabras. En la necesidad de hacernos entender y lo difícil que resulta evitar malentendidos. "Es imposible no comunicar" dice Paul Watzlawick, uno de los psicólogos más importantes que ha estudiado el tema. Hasta los silencios dicen mucho. Me gustaría saber si en algún idioma existen diferentes palabras para los diferentes silencios. Porque no todos los silencios son iguales. Los esquimales, por ejemplo, tienen muchas palabras para designar el color blanco, necesitan distinguir los tonos para sobrevivir, y, sin embargo, no distinguen entre azul y verde, para los que usan una misma palabra. Nosotros envidiamos tener palabras como saudade y los franceses envidian nuestra vergüenza ajena, eso cuenta Daniel Pennac. Y lo cuenta en un reciente artículo a propósito de su último libro: "Mal de escuela" –próximamente en la biblioteca–, del que dice no ser un libro sobre la escuela sino "sobre el zoquete, sobre el dolor de no comprender y sus daños colaterales". Y en esto que tropiezo con otro artículo de El País, cuyo titular reza así:

Esperpéntica "Citizenship" La Ciudadanía "destraducida" al inglés se estrena con caos en las aulas valencianas

En los claustros se ha inventado una nueva palabra: destraducir, que vendría a ser algo así como acción de traducir de un idioma conocido y comprensible para el oyente a otro en el que el oyente no posee competencia suficiente para entender.

Llegados a este punto, viene bien relajar la tensión que provoca tanta perplejidad; así que, por petición popular, dejo el vídeo explicativo que no necesita más palabras: